Comedores escolares agroecológicos FUHEM

Autor: Luis González Reyes (Página 3 de 3)

Comedores escolares sostenibles y saludables en Madrid: tan viables como necesarios


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  • Un informe elaborado por Garúa señala que cada vez más ciudades y regiones fomentan comedores escolares saludables y sostenibles, viables legal, técnica y económicamente, pero que se necesita más voluntad política por parte de las administraciones madrileñas.
  • El estudio concluye que los malos patrones de alimentación, generalizados en la población infantil madrileña, hacen imprescindibles menús más saludables en las escuelas.

La cooperativa Garúa ha presentado el informe ’Alimentar el cambio. Diagnóstico sobre los comedores escolares de la Comunidad de Madrid y su transición hacia modelos más saludables y sosteniblesVentana nueva’, acompañada por Ecologistas en Acción y por la Federación de Asociaciones de Padres y Madres de Alumnos FAPA Francisco Giner de los Ríos, organizaciones colaboradores del informe.

El diagnóstico analiza en qué medida los comedores escolares madrileños están incorporando las demandas de cada vez más comunidades escolares (y otros actores sociales) a favor de una alimentación más saludable y beneficiosa para las comunidades locales, y concluye con una serie de recomendaciones a nivel normativo y práctico. Entre los centros que están haciendo esta transición destacan los de FUHEM.

Un 73 % de los centros escolares públicos de la región disponen de comedor escolar, sumando 858.549 comensales. El estudio subraya el papel estratégico que pueden jugar estos comedores colectivos para el fomento de hábitos de alimentación saludable y sostenible entre la población escolar, cuyos patrones de alimentación son más que preocupantes (altas tasas de obesidad y sobrepeso, exceso en el consumo de grasas y proteínas, etc.), de acuerdo con las estadísticas disponiblesVentana nueva.

El informe recopila una serie de experiencias y buenas prácticas de varias ciudades y regiones europeas y españolas, que evidencian la viabilidad de los comedores escolares saludables y sostenibles cuando la voluntad política los respalda. En Madrid se han consolidado en los últimos años varias experiencias pioneras. No obstante, hay muchas comunidades escolares que intentan mejorar los menús de sus comedores pero encuentran múltiples trabas en el modelo predominante. Éste se caracteriza por la crecienteexternalización del servicio a empresas de cáterin, y por la ausencia de criterios ambientales o sociales en los pliegos de contratación que regulan los comedores, a diferencia de lo que ocurre en otras comunidades autónomas, como Aragón o Canarias.

Comedores escolares: Somos lo que comemos pero… ¿Qué comemos?


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Escrito por Rosa M. Tristán

marzo 28, 2017

Publicado originalmente en Cuadernos de Pedagogía. Número 476

Seis de cada 10 niños y niñas se alimentan cada día, en los centros escolares, con productos elaborados por la industria agroalimentaria, muchos de los cuales contienen residuos químicos y están envueltos (y calentados) en plásticos. Los eco–comedores son una alternativa ecológica y de proximidad que apuesta por la salud y la educación. En ellos, los alumnos descubren el origen de los alimentos y aprenden a comer mejor respetando el medio ambiente. Es la nueva revolución ‘verde’ que llega a los colegios.

Candela da grandes mordiscos a su manzana. “Está buenísima y no le echan pesticidas de esos que matan los bichos y son veneno”. Sobre su cabeza, un cartel que dice: “La fruta está para comérsela. No te la saltes”. Pero Candela, de 8 años, lo tiene claro: “Nos dan comida ecológica, que es buena para el medio ambiente porque no viaja desde lejos y porque no contamina”. “¿A qué no sabes lo que es ser vegano?”, dice un compañero de mesa”. “¡Yo sí, a mí!, se levantan varios brazos.

El escenario es el comedor del Colegio Lourdes de Madrid, un centro concertado de la Fundación Hogar del Empleado (Fuhem), que hace ya cuatro cursos decidió dar “un vuelco” a su comida escolar para que fuera más acorde con un ideario en el que la sostenibilidad es un eje fundamental. Hoy es uno de los referentes de los “eco-comedores escolares”, espacios para alimentarse y, por qué no, aprender. “Aquí no queremos saber nada de caterings”, aseguran.

Su apuesta por los productos ecológicos y de proximidad no es fácil, pero no es exclusiva porque como en los cuatro centros de Fuhem, poco a poco toma cuerpo en España la preocupación por lo que comen los escolares y su futura visión del modelo de consumo alimentario. Así, pese a la trabas de las administraciones autonómicas, que son las que deciden en los centros públicos el modelo de gestión, surgen cada día iniciativas de directivos, personal de la cocina, padres y madres y docentes que tienen claro que “somos lo que comemos” y que en el caso de la infancia, mejorar el sistema actual es básico para ellos y para el planeta, un camino que también se ha iniciado en otros países del entorno.

Ahora estamos en casa de Marcos, que muy al contrario que Candela mira la verdura con desgana. Pasea el tenedor por el plato mientras marea las acelgas con tomate. “Antes le encantaba la verdura, pero ya no hay forma. Le cambió el paladar desde que comenzó a ir al colegio, cinco días a la semana comiendo de catering. Lograr que se la coma es la batalla diaria”. Adela es una de esas madres que reconoce que no sabe qué es un eco-comedor escolar, aunque se muestra dispuesta a impulsarlo en el centro al que acude su hijo, de 8 años, en Boadilla del Monte (Madrid). “¿De qué sirve que en Conocimiento del Medio les hablen de peces si luego no ven ninguno porque los ven empanados en cuadrados?”, se queja.

Los últimos datos disponibles señalan que casi 1, 7 millones de escolares como Marcos -de Educación Infantil, Primaria y ESO- comen en el colegio en España, según el Ministerio de Educación. De ellos, el 61% tienen el servicio subcontratado a una empresa externa, sector que se ha convertido en un sustancioso negocio en manos de unas pocas compañías. Sólo una de ellas, sirve 210.000 comidas al día en diferentes instituciones públicas, como son los hospitales o los colegios, adonde llegan servidas en sus correspondientes bandejas de plástico.

Son datos que proceden de la reciente investigación “La alimentación escolar en España”, realizada por iniciativa de la asociación Del Campo al Cole y del grupo de investigación Carro de Combate. “Con este trabajo queríamos poner sobre la mesa la importancia del comedor escolar. Analizar la situación actual y el abanico de problemas que genera una mala alimentación infantil, cuando existen alternativas para mejorarla y aprovecharlo como recurso educativo”, apunta Andrés Muñoz Rico, de Del Campo al Cole. “Nosotros precisamente trabajamos para poner en contacto a los agroproductores con los colegios, un camino que va a más pero que es lento y tortuoso por las complicaciones administrativas”, reconoce.

Y es que hoy, en España, son aún pocos los colegios, sobre todo públicos, que apuestan por hacer de sus comedores y cocinas un lugar desde la que acercarse a la alimentación, a la educación ambiental; en definitiva, al aprendizaje desde el estómago. Muy al contrario, al albur de la masificación en menús industriales, las cocinas desaparecen y se transforman en salas de “línea fría” destinadas a platos precocinados. “A nadie le gustaría comer durante años comida de hospital, pero es lo que les damos a los niños”, apunta el catedrático de Medicina e investigador Nicolás Olea.

Olea, de la Universidad de Granada, es uno de los científicos que más ha estudiado los efectos de la alimentación en la infancia. En análisis de orina a menores de edad, se han detectado hasta 128 residuos químicos de 81 sustancias, de las cuales 42 pueden provocar cáncer y 37 son disruptores endocrinos que alteran las hormonas del organismo. “Podría decirle que los niños españoles hoy orinan más plástico que ninguno en Europa . Comer cada día en una bandeja de policarbonato está afectando a su desarrollo neuro-conductual, y no lo digo por ser alarmista, sino realista”, señala Olea a Cuadernos de Pedagogía.

En la misma línea, la endocrina Carmen Valls-Llobet, asesora de la Organización Mundial de la Salud, lanza la voz de alarma: “Ya hemos observado cómo los disruptores endocrinos que ingieren desde la primera infancia están provocando una pubertad precoz, hasta el punto de que hay niñas de seis años que ya tienen vello púbico”.

Pero incluso sin contaminantes, ¿es la comida escolar equilibrada? La normativa de las autonomías recoge un exhaustivo índice de calorías, de minerales, de lípidos o proteínas que hay que ingerir, eso sí, al precio más bajo posible. Pero eso tiene su coste y la bióloga Mercedes Aguirre, autora del libro “Nutrición, salud y complementos”, detecta un déficit de elementos esenciales para el desarrollo del cerebro en los menús infantiles. “El Omega 3 DHA, que encontramos en el pescado blanco, no existe en el panga, tan habitual en esos menús, pero se sabe que es importante para el cerebro de niños con Transtornos con Déficit de Atención (TDA). Por el contrario, se come exceso de pollo hormonado, de carbohidratos (pasta, arroces…) que se convierten en azúcares y generan excitación y obesidad, pero que son más económicos que los integrales”, denuncia la investigadora.

Pero no todo es salud. Aprender a comer mal es aprender un modelo de vida insostenible que colisiona con la educación ambiental. “Esa dimensión educativa de los comedores está muy olvidada, aunque es un recurso excelente para aprender de dónde viene la comida o qué impactos tiene en la naturaleza. No se trata de dar clases en el comedor, sino de que la alimentación escolar se incorpore como un tema más en las aulas, en actividades y juegos, en las excursiones que se programan desde el colegio”, explica Abel Esteban, de Ecologistas en Acción, una organización que participa en la Plataforma Comedores Responsables (http://comedoresresponsables.org/) creada en junio de 2016 con otras organizaciones, como CEAPA y Veterinarios Sin Fronteras (VSF), para promover ese cambio de enfoque.

Nani Moré, desde mucho antes, es un referente en esta batalla. Desde su primer trabajo, en la cocina de una guardería de Mallorca, se interesó en mejorar lo que ponía en los platos de las criaturas. “Para mí comer no es sólo llenar el estómago, es educación ambiental y es salud. Y en ello estoy, demostrando que mejorar la comida escolar con productos ecológicos y de proximidad no cuesta mucho más si se compara con sus beneficios”. Fruto de ese convencimiento surgió el documental que financió en 2012 con un crownfunding, El plato o la vida, que desembocó en la pionera Asociació Menjadors Ecologics de Cataluña, hoy lugar de encuentro para quienes inician el camino. “Desde 2013 hacemos estudios de viabilidad de proyectos de eco-comedores escolares. La cuestión es que no hay reglas, porque cada centro y cada territorio es un mundo”, asegura Moré. “En general, se trata de que al menos el 50% de la comida sea ecológica o de proximidad sin subir los precios, pero también se trata de enseñar a los niños a conectar la vida con la comida, a tener un huerto escolar, a cocinar cosas sencillas, a visitar los campos. Y ello requiere que los docentes se impliquen. Y los cocineros. Ahora estamos preparando un recetario con un grupo de chefs para aprender a provechar lo que ofrece cada temporada”, explica la ex cocinera.

En el Colegio Lourdes de la Fuhem, el aula de 1º de Primaria que imparte Paula Manrique a veces se convierte en un huerto. “A ver, ¿Qué sembramos hoy? ¿Un tomate? ¿aceitunas? ¿lapiceros? ¿Y qué hacemos para que no haya bichos que se coman nuestra comida?”. Es una de las muchas actividades pedagógicas que complementan los nuevos platos que cada día prepara el cocinero Javier Ventura, a quien ahora le llegan las patatas con tierra, en vez de cortadas en bolsas. “Hace poco fuimos a un mercado para que hicieran su lista de la compra, otras veces hacemos zumos con frutas de temporada. Los mensajes de lo bueno y lo malo para el cuerpo y la Tierra van calando”, explica Paula, rodeada de dibujos de extraños personajes hechos con frutas y verduras.

Fuhem es el ejemplo de una transformación impulsada desde la dirección, un proyecto ecosocial denominado “Alimentando otros modelos”. Hoy, prácticamente todo lo que consumen sus 2.500 diarios comensales es ecológico o de proximidad. “Llevamos ya tres cursos y la transición requiere reajustes, pero es imparable. El precio del menú es prácticamente el mismo y ya no hay queja entre los escolares porque se han acostumbrado a los sabores. Pero es que además hemos introducido temas relacionados con el sistema alimentario desde 2º de Infantil a 1º de ESO, recogidos en una “Guía Educativa” que utilizan los profesores como Paula. Y aún hay más: hemos incluido en el cambio a las familias”, explica Luis González Reyes, coordinador de la iniciativa.

Se refiere al impulso que se ha dado a la creación de grupos de consumo ecológico entre los progenitores de sus alumnos. “El colegio es el punto de entrega y recogida de la compra una vez a la semana y estamos encantados. Es verdad que al principio costó introducir algunos alimentos con los niños, pero ahora se van acostumbrando. Cada curso se les da un alimento nuevo al menos ocho veces. Luego, pueden comer en casa lo mismo, gracias a los grupos de consumo. Ya somos 40 familias implicadas”, señala Irene Domínguez, madre de una niña de 14 años y un niño de 8 del Lourdes. “Desde que se creó el comedor ecológico, es más habitual que mis hijos hablen de dónde viene la comida o qué es mejor cuando comemos juntos”, explica Irene.

En el Colegio Pere Roselló Oliver de Alaró (Mallorca), la idea de apostar por un eco-comedor surgió de la AMPA. Tras convencer al Gobierno balear de que podían hacerse las cosas de un modo alternativo al catering, este curso llegó el cambio. “El documental “El plato o la vida” de Nani Moré fue motivador para nosotros. Ahora, el AMPA gestionamos el comedor ecológico sin encarecer la cuota. Pero, además, hemos implicado a los docentes en un proyecto que se llama Alimentación, eje de las actividades extraescolares. Queremos que el niño conozca su relación con el alimento, que el personal de cocina les explique el origen de lo que tienen en el plato, que la comida no sea sólo un trámite”, explica Tomeu Noguera, padre e impulsor de una iniciativa que ya exporta a otros centros. En torno a ese cambio, además, el huerto escolar ha reverdecido, se organizan talleres eco-gastronómicos para las familias e incluso se ha abierto una pequeña cocina para talleres en los que los alumnos aprenden a preparar galletas.

“Es un aprendizaje. Comer más verdura se les hace cuesta arriba, pero si se empieza desde muy pequeños es más fácil. Mayor problema es que las familias se resistan al cambio, porque sus hijos también lo harán, pero si están convencidas, es posible. Ahora queremos que nuestro proyecto se extienda, que la Administración balear favorezca a las pequeñas empresas que tienen productos ecológicos, no sólo a las que ofrecen un precio menor, y que se pongan en valor las acciones educativas desde el comedor y la cocina”, recalca Noguera.

Actividades similares son las que desarrollan desde 2010 Veterinarios Sin Fronteras en colegios de toda España, dentro de su campaña Alimentacción. La mayoría de carácter extraescolar para el alumnado, pero también organizan talleres con docentes y familias para crear conciencia sobre los impactos del actual modelo alimentario. A menudo organizan funciones de teatro, excursiones y ofrecen materiales didácticos sobre productos concretos, como el aceite de oliva o las legumbres. “Este curso trabajamos con 90 centros de toda España, siempre con el mensaje de revalorizar el campo y dar a conocer cómo afecta nuestra alimentación en el Tercer Mundo y la naturaleza. A veces, los profesores son reticentes porque ha aumentado mucho la carga docente, pero es cuestión de sembrar para que se vaya difundiendo”, explica Jordi Menéndez, al cargo de la campaña.

Otro de los referentes en eco-innovación en comedores escolares es el cocinero José Luis Cabrero, del Colegio Público Asunción Pañart de Aínsa (Huesca). Es el autor de otro vídeo, “El comedor, un aula más”, donde explica cómo fue el proceso del cambio en su pequeño centro. Cabrero, como Nani en Mallorca, fue quien echó a andar la transformación del proceso de compra de lo que llegaba al centro. “Ese cambio a lo ecológico fue paulatino, pero tan importante como ese paso, fue la introducción del programa Alimentacción de VSF, a través del cual les doy información de lo que es el consumo responsable. No hay que olvidar que el tiempo de comedor es de descanso, pero hay que buscar el equilibro para que a la vez sean conscientes del modelo de consumo”, apunta Cabrero.

Un paso más allá es el que lleva tiempo proponiendo un afamado cocinero inglés, Jamie Oliver. Oliver puso en marcha a comienzos de esta década la ‘Food Revolution”, una lucha la que ha tratado de involucrar a los países del G-20. En 2015, lanzó una campaña global para que la alimentación fuera una asignatura obligatoria en los colegios de los 20 países y obtuvo 1,6 millones de firmas. Oliver defiende que niños no sólo deben aprender de dónde viene la comida, sino todo el proceso, del cultivo a la cocina, incluyendo el aprendizaje a guisar, aunque resulte un tanto complicado su puesta en marcha. “Vivimos en un mundo en el que la obesidad infantil es un problema, pero generaciones de padres se alimentan de comida rápida porque no saben cocinar. Con una asignatura obligatoria, los niños aprenderían”, señalaba entonces.

En esa línea trabajan, hasta cierto punto, en el Colegio Público Espartidero de Zaragoza, donde además de contar con un eco-comedor autogestionado por los padres y madres, los niños entran en la cocina durante talleres extraescolares. Nacho Corral, padre de dos de los alumnos, muy implicado en el proyecto, tiene claro que por ahí debe ir el futuro: “La alimentación debe formar parte del proceso educativo. Con cuidado, porque las cocinas son lugares que requieren una seguridad especial cuando hay muchos niños, pero animándoles a aprender, como lo hacen programas televisivos como Master Chef Junior, de TVE. Y, eso si, nosotros siempre con el lema ‘ni un bocado desperdiciado’. Ese el camino hacia un mundo más saludable y más justo”, concluye.

GUÍA PARA QUE EL COMEDOR ESCOLAR SE ‘PINTE DE VERDE’

  • Contactar con el AMPA y formar parte de la comisión de comedor del centro escolar; sino hay AMPA o comisión de comedor, empezar por promover su constitución.
  • Conocer la situación aplicable en cada escuela (contrato, competencias, etcétera), hablar con la empresa actual sobre la gestión del servicio. Una opción es consultar a la plataforma de Comedores Responsables, que funciona como asesoría: http://comedoresresponsables.org/
  • Buscar escuelas de la comarca o de la ciudad que ya dispongan de un comedor ecológico y de proximidad para que faciliten información y contactos.
    Una vez identificada la normativa y constatado que se puede cambiar la gestión del comedor, organizar una charla para conocer la opinión de la comunidad educativa. Es importante que haya consenso. Existen dos vídeos en Youtube que ayudarán a plantear el tema: “El comedor escolar: un aula más” y “El plato o la vida” .
  • Estudiar la viabilidad económica hablando con proveedores. Incluir en lo scosts el aumento de personal de cocina, cuando sea preciso.
  • Redactar un proyecto de comedor: los menús, el proyecto educativo, los alimentos, etc, con la participación de una representación de padres/madres y docentes. Se puede consultar a otras escuelas, a la Plataforma de Comedores Escolares de Calidad, a Menjadors Ecologics, etc. Este proyecto se presentará al Consejo Escolar para su aprobación.
  • La empresa actual y la comisión implantarán el nuevo comedor ecológico de forma progresiva. Si la empresa no acepta, hay que buscar otra o autogestionarlo desde el AMPA. Para esto último, se puede recurrir al asesoramiento mencionado.

Tirando del hilo. La relación entre el comedor escolar y la solidaridad con las personas migrantes


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Luis González Reyes

En los últimos cursos, todos los colegios de FUHEM se han caracterizado por la puesta en marcha de múltiples actividades de solidaridad con las personas migrantes y refugiadas. Esto se ha plasmado en carreras solidarias, marchas, recogidas de dinero y materiales o actividades de sensibilización. Pero también con cambios en nuestro patrón alimentario. En concreto, por la reducción de los productos de origen animal que comemos y la apuesta por la materia prima de producción ecológica.

¿Qué tienen que ver los migrantes senegaleses con nuestro comedor?

Sini era pescador en Senegal pero, conforme la pesca fue escaseando, decidió migrar para mantener una vida digna. La responsabilidad de los hábitos alimenticios españoles en todo esto no es menor.

Recogiendo datos publicados por La Marea, en 2015 Senegal y la UE firmaron un acuerdo por el que se permite a 38 buques europeos faenar en las aguas del país africano durante 5 años. 25 de esos barcos son españoles. Es decir, que el Gobierno impide la entrada de senegaleses, pero no de su pescado.
Pero el problema no es solo ese, sino lo que están suponiendo esos barcos en la sociedad senegalesa, pues allí la pesca es fundamental. Por ejemplo, en 2005 el sector pesquero daba trabajo directo a casi 60.000 personas, e indirectamente a diez veces más, además de ser una fuente básica de proteínas para la mayoría de la población. Pero esto ya no es así, pues la pesca industrial está acabando con los caladeros senegaleses (las capturas han descendido un 47% entre 1994 y 2005), con el sector (el empleo ha bajado un 50%) y, a la vez, contribuyendo a un alza de precios.

La pesca industrial de barcos europeos acaba con las especies porque usa artes muy agresivas (como la pesca de arrastre o los atractores de peces) y porque tiene una capacidad muy alta de capturas (se necesitarían más de 50 embarcaciones tradicionales faenando un año entero para capturar lo mismo que un buque arrastrero captura y procesa en un solo día). Y esto por no hablar de la pesca ilegal, que es común en toda la costa de África Occidental, donde está valorada en 828-1.600 millones de dólares al año.

Por todo ello, cuando en nuestro colegio estamos sirviendo pescados capturados cerca de la Península ibérica y reduciendo la cantidad de productos de origen animal (entre ellos pescado), también estamos luchando por la dignidad de quienes habitan en Senegal. Esto contribuye a que, quienes quieran venir a España, lo hagan como opción y no por necesidad.

¿Y las refugiadas sirias?

Houda es una de las miles de sirias atrapadas en un campo de refugiados/as que intenta vivir en Europa. Nuevamente, nuestros hábitos alimentarios tienen que ver con lo que está viviendo Houda.

Siguiendo informaciones aparecidas en eldiario.es, podemos ver que la situación siria tiene detrás múltiples desencadenantes. Entre ellos, está la terrible sequía que sufrió en los años previos al conflicto, concretamente entre 2006 y 2011. El 60% del territorio sirio sufrió una de las mayores sequías que han azotado la región desde el inicio de la agricultura. A esto se sumó que el régimen estuvo incentivando el cultivo de algodón y trigo en regadío, lo que agotó los acuíferos del subsuelo y las reservas en superficie. Este último proceso fue especialmente intenso entre 2002 y 2008.

Una de las consecuencias de la sequía fue que, en el noroeste del país, alrededor del 75% del campesinado perdió sus cosechas y el 85% del ganado falleció afectando a unos 1,3 millones de personas. De este modo, la sequía fue un factor clave en el desplazamiento de población desde el campo hacia las ciudades, donde crecieron los núcleos de población empobrecida. Se calcula que este éxodo fue de unas 800.000 personas desde 2010. De este modo, el empobrecimiento y el desarraigo, sumados a la falta de libertades, se hicieron insostenibles conforme la crisis ambiental, que acrecentó la económica, se fue exacerbando. A esto se sumaron los intereses de potencias extranjeras. Todo esto devino en la guerra civil actual y la crisis humanitaria de refugiados/as.

Aunque no se puede afirmar con total seguridad que esta sequía estuviese causada por el calentamiento global, este tipo de fenómenos son justo los que predicen los modelos manejados por el IPCC (Intergovernmental Panel on Climate Change) para esta zona del Mediterráneo.
¿Y qué tiene todo esto que ver con nuestro comedor? Pues resulta que distintos estudios plantean que alrededor del 50% de las emisiones de gases de efecto invernadero causantes del cambio climático pueden estar relacionadas con el modelo de alimentación industrial y fuertemente carnívoro. En cambio, la producción ecológica y dientas con menos consumo de productos animales pueden llegar incluso a reducir la concentración de gases de efecto invernadero. Así, el modelo alimentario de nuestro comedor es otra forma de favorecer que situaciones como la de Siria no se repitan y las personas no tengan que salir de sus hogares buscando refugio.

Los colegios de la FUHEM se suman a Madrid Agrocomposta


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Jose Luis Fernández Casadevante, Kois (Garúa)

Hace algo más de un año se ponía en marcha el proyecto piloto Madrid Agrocomposta, una iniciativa mediante la cual 200 hogares, dos colegios, un mercado municipal y varios huertos comunitarios se organizaban para convertir sus residuos orgánicos en abono natural para los terrenos agrícolas cercanos a la ciudad.

El mecanismo es sencillo, se separan los residuos orgánicos, que posteriormente son recogidos varias veces a la semana y llevados a fincas cercanas donde se práctica la producción agroecológica. En cada una de ellas se compostan de 7 a 10 toneladas de residuos para la obtención de entre 3 y 5 toneladas de compost, que se usará en los mismos terrenos de cultivo.
Tras el éxito de la prueba piloto, este proyecto está en fase de ampliación y los colegios de FUHEM han decidido sumarse y entrar a formar parte de la red de espacios que colaboran con Madrid Agrocomposta.

Con esto se logra una forma de gestión más ecológica, pues se cierran los ciclos en proximidad, el residuo se convierte en abono, que se convierte en comida cuyos restos se convierten en residuo compostable. Además, se evita la emisión de gases de efecto invernadero, que provocan el cambio climático, al reducir tanto los desplazamientos de los residuos, como el volumen de los que se incineran. Este modelo fortalece los sistemas alimentarios locales. Y, por si todo esto fuera poco, es más barato y favorece la democrátización de la economía, pues las empresas y productores implicados se encuentran ligados a la economía solidaria madrileña.

Las directivas europeas obligan a que en 2020 se esté reutilizando un 50% de los residuos generados, en caso contrario se procederá a sancionar económicamente a las ciudades incumplidoras. El compostaje es una de las formas más eficientes y eficaces a la hora de implantar un modelo de gestión de residuos ecológico.

El escritor John Berger solía decir que «La gente lo mezcla todo. Lo tiran todo en el mismo sitio. Así lo convierten en basura. La basura no existe. La basura es la confusión que formamos al tirar las cosas». Sumar nuestros centros escolares a Madrid Agrocomposta es una forma de aportar nuestro granito de arena al cambio en la gestión de residuos, que resulta muy coherente con el proyecto “Alimentando otros modelos” y los cambios introducidos en los comedores.

Juez amenaza con sancionar a Monsanto por su secretismo en el litigio sobre Roundup y cáncer


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En EEUU decenas de personas han denunciado conjuntamente a Monsanto: estas personas (o sus familiares fallecidos) son trabajadores agrícolas que utilizaban Roundup (herbicida de Monsanto basado en glifosato) y han padecido o padecen linfoma no-Hodgkin. Ahora acusan a la empresa de ocultar información sobre la peligrosidad de su producto.

Durante la investigación que precede al juicio está apareciendo una gran cantidad de información (como, por ejemplo, los documentos que apuntan a su problemática relación con Jess Rowland, un alto funcionario de la EPA encargado de evaluar en su día la carcinogenicidad del glifosato). Según el juez, Monsanto está intentando mantener en secreto muchos más documentos de lo que resulta razonable, y ha amenazado con sancionarles si persisten. La cuestión de los documentos confidenciales también resulta clave en la controversia en torno al glifosato en la Unión Europea.

Origen: The Huffington Post
Autor/a: Carey Gillam
Fecha: Viernes, 10 Marzo, 2017

Casi un año después de la misteriosa filtración de información favorable a la industria desde la EPA (Agencia de Protección Ambiental estadounidense) aún siguen abiertas muchas preguntas sobre la interacción que esta ha tenido con la gigante del agronegocio Monsanto Co. y cómo ha lidiado con las acusaciones que pesan sobre su principal herbicida, al que se ha relacionado con el cáncer.

La transcripción de una vista reciente revela que el juez Vince Chhabria, encargado de un pleito que agrupa a más de 55 demandas contra Monsanto en el Tribunal del Distrito Norte de California, advirtió a Monsanto de que muchos de los documentos que está entregando no se mantendrán en secreto, a pesar de las peticiones de confidencialidad por parte de la empresa. Amenazó después con imponer sanciones si Monsanto persiste en sus esfuerzos “desmedidos” por mantener documentos relevantes ocultos al público.

Las denuncias contra Monsanto han sido interpuestas por personas de todo Estados Unidos que alegan que la exposición al herbicida Roundup de Monsanto les ha provocado linfoma no-Hodgkin a ellos o sus seres queridos. El linfoma no-Hodgkin es un tipo de cáncer que se origina en el sistema linfático y que ha aumentado en las últimas décadas. Aunque todos los pleitos están tratándose conjuntamente como un “juicio multi-distrito” en San Francisco existen cientos de demandas adicionales que se están resolviendo en múltiples tribunales estatales. El equipo de abogados que lleva el caso afirma seguir reuniéndose con posibles nuevos demandantes.

“Tengo un problema con Monsanto, porque sigue – sigue insistiendo en que se mantengan bajo sello cosas que no deberían archivarse bajo sello”, declaraba en la vista el juez Chhabria. Si los documentos son “relevantes para el caso no deberían archivarse bajo sello, aun cuando no sean – aun cuando resulten vergonzosos para Monsanto, es decir, aun cuando a Monsanto no le guste lo que dicen.”

El juez daba también luz verde esta semana – pese a las objeciones de Monsanto – a la solicitud de uno de los demandantes de solicitar documentos y llamar a declarar a un ejecutivo de Monsanto en Europa. En las próximas semanas pasarán también a declarar otros trabajadores de la empresa.

La cuestión central en la mayoría de los pleitos es la causalidad – si el Roundup provoca cáncer y si Monsanto ha encubierto o ignorado indebidamente sus riesgos. Pero el caso también amenaza con correr la cortina de secretismo que cubre la labor realizada por el gobierno a la hora de trabajar con Monsanto en la evaluación del glifosato, el ingrediente clave del Roundup. Hace años que se planteó dentro de la EPA la preocupación porque el glifosato pudiera ser carcinogénico, y varios científicos independientes han señalado estudios que arrojan datos preocupantes tanto sobre el glifosato como sobre su formulación más común, el Roundup. La Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC) clasificaba en 2015 al glifosato como probablemente carcinogénico para los seres humanos. Sin embargo, la EPA se ha mantenido firme en su postura de que no es probable que el glifosato sea carcinogénico.

Los abogados de los demandantes alegan ahora que están encontrando evidencias en los documentos entregados de lo que parece una confabulación entre Monsanto y al menos un funcionario de alto nivel de la EPA, aunque Monsanto lo niega vehementemente.

Monsanto lleva décadas ganando miles de millones de dólares gracias a sus herbicidas basados en glifosato, que a su vez suponen el eje fundamental de los miles de millones de dólares anuales más gracias a la venta de los cultivos modificados genéticamente para tolerar estos mismos herbicidas. En su avance hacia la fusión con Bayer AG resulta crucial defender la inocuidad del que ha sido el herbicida más utilizado del mundo.

Monsanto ha entregado hasta ahora cerca de 10 millones de documentos a los abogados de los demandantes. Entre estos documentos hay algunos que detallan la relación entre Monsanto y los funcionarios de la EPA incluido Jess Rowland, director del Comité de la EPA para la Revisión de Evaluaciones de Carcinogenicidad (CRAC). El pasado 29 de abril se filtraba al público un informe redactado por este comité al colgarse por error en la página web, según la agencia. El informe permaneció en la web tan sólo hasta el 2 de mayo, fecha en que se eliminó, pero este tiempo fue suficiente para que Monsanto lo copiara y pregonara en su web y en las redes sociales. Monsanto hacía también referencia a este informe en una vista clave que tuvo lugar en mayo durante un juicio multi-distrito.

El momento de filtración del informe resultaba favorable para Monsanto, que en aquel momento no sólo estaba tratando de ralentizar el avance del juicio multi-distrito, sino también de convencer a las autoridades europeas de que reautorizasen el glifosato en Europa, a la vez que demandaba a California para impedir que el estado añadiese al glifosato a su lista de productos químicos carcinogénicos.

Según los documentos que los abogados de los demandantes presentaron en el tribunal, los documentos presentados “sugieren claramente que el objetivo principal del Sr. Rowland era satisfacer los intereses de Monsanto.” Rowland dejó la agencia el año pasado y no ha comentado esta cuestión públicamente. No ha respondido a la solicitud de comentarios para este artículo.

Monsanto tiene un gran interés en mantener sus documentos internos, incluidos los relacionados con Rowland, fuera del escrutinio público, alegando que la información puede ser sacada de contexto y explotada injustamente para tratar de manipular la opinión pública. Según la transcripción, el abogado de Monsanto Eric Lasker se quejaba ante el juez de que los abogados de los demandantes están “tratando de que este caso se resuelva durante el litigio y en la prensa”. Añadía que “este es un caso que la gente sigue, y lo que pase en esta sala terminará en artículos y en blogs.”

Sin embargo, Chhabria afirma que considera relevantes los documentos relacionados con Rowland y con la EPA y el IARC y no archivables bajo sello, lo que significa que pronto podrían estar disponibles en los archivos judiciales.

Los abogados de los demandantes se preparan también para el testimonio de Rowland, a quien han citado a pesar de las objeciones presentadas por la EPA. Durante la vista el juez indicó que estaba a favor de permitir que testificase, aunque la EPA puede presentar una moción para evitarlo hasta el 28 de marzo.

También testificará el 15 de marzo el principal enlace de Monsanto con las autoridades, Dan Jenkins, quien durante años mantenía contacto regularmente con la EPA en relación con el glifosato. Pretenden tomar también testimonio, el 30 de marzo, a Susan Martino-Catt, directora estratégica de logística y operaciones a nivel global. El juez ha determinado también que pueden tomar testimonio y obtener documentos de Mark Martens, antiguo empleado de Monsanto en Bélgica.

El juez está presionando a ambas partes para mantener un ritmo frenético en el que expertos y pruebas se suceden constantemente. En octubre tendrá lugar una vista clave en la que ambas partes presentarán al juez a testigos expertos. Los abogados planean que el juicio comience en 2018.

La organización por los derechos de los consumidores en la que trabajo, U.S. Right to Know, denunciaba el pasado jueves a la EPA para conseguir que se publiquen documentos relacionados con la filtración del CARC y otras cuestiones, dado que sigue habiendo preguntas sin resolver respecto a la seguridad de este producto y si las evaluaciones se han llevado a cabo adecuadamente o no.

El caso que se abra a raíz de esta denuncia podría empezar a aportar respuestas muy pronto.

Cinco razones para aumentar nuestro consumo de alimentos ‘kilómetro cero’


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Artículo aparecido originalmente en eldiario.es

Foto: Friedrich Böhringer
Foto: Friedrich BöhringerLa alimentación de ‘kilómetro cero’ es aquella que se basa en la adquisición preferente de productos cuya materia primera procede de un radio inferior a 100 kilómetros de distancia respecto al consumidor. Es una tendencia que nació en Estados Unidos en los años setenta y que entró en Europa a finales de los ochenta desde Italia. Su objetivo no es tanto luchar contra los grandes grupos de distribución alimentaria, como favorecer las economías locales y los cultivos variados y de temporada, que no impliquen grandes extensiones de cultivo.

La alimentación de ‘kilómetro cero’ no pretende, por otro lado, ser una imposición para las y los consumidores y mucho menos limitar su dieta a una serie de productos. Más bien busca instarse en nuestra conciencia como una norma por la cual, cuando sea posible, indagaremos el origen de los productos que adquiramos y escogeremos siempre los que tengan un origen local respecto a ubicación. De todos, modos, se trata de una revolución progresiva y, de momento, parcial.

Es obvio, por ejemplo, que si hablamos de los productos de mar, más de una cuarta parte de los españoles no debería comer pescado o marisco, algo difícilmente concebible hoy y que incluso podría ser contraproducente. En consecuencia, hay que incentivar este tipo de alimentación de un modo realista. Por otro lado, debemos exigir garantías de que los alimentos de proximidad que adquirimos cumplen todas las normas sanitarias y ambientales vigentes.

1. Dejan una huella ecológica mucho menor

Camiones congeladores, aviones, trenes y barcos pueden ser excluidos de la cadena de distribución. Al ser producidos en un radio no mayor a los 100 kilómetros, los alimentos ‘kilómetro cero’ no precisan recorrer grandes distancias para llegar a su punto final de consumo. Con ello se produce un ahorro muy considerable de la energía necesaria para transportarlos. Esto es así especialmente en el caso de los combustibles fósiles, que son uno de los mayores contribuyentes netos al aumento de la contaminación y la emisión de gases de efecto invernadero.

Varios de los ingredientes de la ensalada de aguacate y tomate cherry
Foto: Diana Rodelo

Por otro lado, al no precisar de condiciones especiales de envasado destinadas a la durabilidad en el transporte, se reduce el desperdicio final en productos no biodegradables como plásticos o bandejas de poliestireno expandido (porexpan). Finalmente, al conocer su origen garantizamos que se producen de acuerdo con la normativa vigente en Europa, mucho más estricta en materia medioambiental que la de algunos país actualmente productores.

2. Reducen el desperdicio alimentario

Otra ventaja de la alimentación de ‘kilómetro cero’ es que al acortar sensiblemente la cadena de intermediarios, se reducen las pérdidas por deficiencias en el transporte y almacenamiento, los descartes innecesarios, etc., con lo que se limita el desperdicio de alimentos que son aptos para son consumidos. Tal como señalaba una resolución del Parlamento Europeo en 2012, la cercanía en el consumo es una de las medidas fundamentales para reducir el desperdicio.

Adicionalmente, en su libro Waste: uncovering the global food scandal, el activista Tristram Stuart, uno de los líderes contra el desperdicio alimentario global, calculaba que cerca de dos terceras partes de los productos se desperdician antes de llegar al consumidor por culpa de la cadena de intermediarios.

Además, la cercanía con el productor nos permite a veces un mayor control sobre el producto de modo que podamos evitar la exclusión de la comercialización de productos aptos para ser comidos simplemente por razones de estética o marketing. En general, los pequeños productores no desperdician apenas restos, sino que los suelen reciclar en forma de abonos, harinas para piensos o subproductos elaborados como embutidos.

Foto: Guy Courtois
Foto: Guy Courtois

3. Consumiremos menos productos elaborados industrialmente

Al no exigir condiciones de larga conservación, normalmente adquirimos muchos de estos productos en forma de materia prima sin tratar, también conocida como alimentos orgánicos, que podemos cocinar nosotros mismos y consumir cuando consideremos oportuno, ya sea inmediatamente o tras un periodo de congelación. Esto es así sobre todo en el caso de las carnes, hortalizas, legumbres o frutas.

Con ello nos ahorramos la inclusión de elementos potenciadores del sabor como los azúcares añadidos, espesantes como las grasas hidrogenad as o estabilizantes como el aceite de pal ma, que no son precisamente saludables. Es decir que la materia prima nos permite mayor control sobre las sustancias que ingerimos y con ello podemos sortear el sobrepeso y el riesgo cardiovascular.

4. Nos hacen ser conscientes de nuestras limitaciones ambientales

Si consumimos alimentos de ‘kilómetro cero’ no podremos acceder en la mayor parte de España a las ciruelas en febrero ni las cerezas en diciembre, las alcegas en julio o las alcachofas en agosto, etc. Deberemos regirnos por el calendario de verduras de temporada, lo que nos hará ser conscientes del coste que supone disponer de todo tipo de alimentos todo el año, tal como sucede hoy en día.

Foto: Pixabay
Foto: Pixabay

No obstante estas limitaciones pueden obligarnos agudizar el ingenio y la curiosidad por aprender a cocinar los productos de modo que aumentemos su vida útil, por ejemplo salándolos, congelándolos, en forma de conservas o secándolos, como se puede hacer con diversos tipos de frutas.

5. Potenciamos la economía enraizada en nuestro entorno

La externalización de la producción en busca de mayor competitividad en los precios, ha llevado a situaciones tan rocalmbolescas como la de encontrar en un lineal de un supermercado español etiquetas de «Espárragos de Tudela» que en realidad han sido cultivados en China o Perú. No es el único ejemplo del traslado de los productos de proximidad a países donde las condiciones laborales son más precarias y las exigencias medioambientales más laxas, lo que permite ofrecer mejores precios.

Ante esta situación aberrante, los alimentos de ‘kilómetro cero’ pueden ser una solución que no solo corrija los impulsos de la globalización neoliberal, sino que también potencie la conservación de nuestros entornos rurales y paisajes agrícolas al facilitar las economías de escala y acordes con la sostenibilidad del ecosistema.

 

es con la sostenibilidad del ecosistema.
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